2 de diciembre de 2011

No limits...



Le faltaban lágrimas. Tantos años de fluencia por sus mejillas, habían hecho su mella. Había perdido la capacidad de llorar, porque su organismo ya no era hábil para procesar el lloro. Se trataba de un  mecanismo de defensa, adoptado, tras muchas horas de  experimentación en vivo. ¡Hasta para llorar había que tener fuerzas  y valentía!  y las suyas habían sido mermadas por completo.  Lo positivo es que ya no volvería a ahogarse en vida por su propio llanto.

 Ahora,  la mecánica era la siguiente: se sentaba debajo de la ventana de la habitación de matrimonio, recogía su cuerpo sobre sí mismo en un eje abombado y  apoyaba su cabeza cabizbaja sobre sus antebrazos. Era entonces, donde en ese hueco de oscuridad vivía su amargura sin escondites, luchaba contra su dolor, y razonaba su incomprensión.

Una vez más  su hermana se la había vuelto a jugar. Habían sido tantas las ocasiones en que lo había hecho. Pero aquella vez era diferente, quizás porque el límite rebosaba en su borde.

La relación con ella siempre había sido enfermiza. Siempre, y más bien por parte de su hermana con ella, que no,  de ella con su hermana. Aunque era consciente de que las cosas siempre se podían hacer mejor de lo que se hacían, y ella también había sido partícipe de esa vinculación putrefacta que mantenía con su hermana.

No había sabido anudar fuertemente los hilos de aquella relación para que no se rompieran, y ahora era esa relación la que la desgarraba a ella. Se encontraba sumergida en un círculo vicioso del que no era capaz de salir, y el fruto es que  ahora pagaba las consecuencias rotas  de ese tormento por encima  de su vulnerabilidad y fragilidad. 

Había decidido darse una tregua a sí misma. Estaba claro que el resultado vaticinador de todo aquello no tenía muy buen color. Las crisis de ansiedad, los escalofríos nocturnos, las ausencias de respiración, la pérdida de control, y  los miedos repetitivos  cada vez eran más pronunciados. Y lo peor de todo es que la tristeza que la contaminaba de pies a cabeza, marchitaba cada uno de los poros de su piel. 

Se jactaba ella cuando escuchaba por parte de su hermana o familiares la famosa cancioncilla de “me va a dar algo”. ¿Y a ella?  - se decía para sí misma-. Pero claro, ella durante 29 años había sido considerada  un complemento familiar, más que un ser humano.  Había aprendido a no sentirse culpable por pensar así, estaba claro que si lo sentía era porque algo había provocado ese sentimiento. Algo, que evidentemente  no dependía de ella a 100%.   Todo, en la vida,  tenía consecuencias, y cualquier acción era el resultado de otra previa.

Nadie se había molestado en conocerla lo más mínimo. Era consciente de que las personas con las que había crecido y en especial con la que había jugado, reído, llorado y compartido su niñez, la consideraban un monstruo depredador al que había que aniquilar fuera como fuese. 

Faltaban 10 minutos para que el reloj marcara las 15 de la tarde. Hacía sol y la temperatura era cálida para aquellos meses de invierno. Cogió su maleta Samsonite y la rellenó apresuradamente. Los bolsos, los zapatos, las camisas vintage. 

Quería seguir viviendo y era lo que iba a hacer, se lo debía a sí misma. Renunciaba a todo, por hallar su felicidad. Una nueva identidad la esperaba: cambiaría de país, de look, de nombre, de forma de vida, de pasado.  Nadie más volvería a saber de ella porque iba a desaparecer por arte de magia. 

Sin más, iba a morir para empezar a vivir. Paradójico pero cierto. Quería dejar de ser ella, y por eso,  ella a partir de ese mismo momento no existía. No podía explicar lo que sentía, y si lo hubiera intentado muchos la hubieran tachado de loca, pero lo que si tenía claro es que una obligación de hacerlo le imperaba por encima de todo. Era la misma sensación fisiológica  y física de cuando necesitamos beber por sed, o el pantalón nos aprieta demasiado el estómago, y necesitamos arrancar el botón de un tirón.

Llevaba tiempo detrás de una organización de estraperlo que se encargaba de estos asuntos. Hipotecaría su vida sin consciencia alguna, con tal de saldar la deuda económica  que estaba a punto de contraer con ellos, pero ya no había marcha atrá, y el fin justificaba los medios.

Los rayos de sol se posaban sobre su cabello cobrizo.  Respiró hondo. Sacó el Iphone 4 y marcó:
-Hi,  Andree? I’m going to the airpot. I want to do it…

21 de octubre de 2011

Reto conseguido!


Reto conseguido. Sí, sí parece mentira, pero está claro que así es pues la báscula: no engaña.

Después de tres meses de alegrías y frustraciones simultáneas, voluntad, esfuerzo, tesón, y disciplina… el logro ha hecho su, triunfal y ansiada, aparición.  Ya son 50kg los kilillos que actualmente peso, y 12 kg los que he dejado por el camino.

Todavía no soy consciente del trayecto que he hecho en estos tres meses, como tampoco tengo una percepción certera de como soy ahora.  Me miro en el espejo y no me acabo de reconocer. Me digo a mi misma: ¿Esa soy yo? Incluso al ir a comprar ropa sigo teniendo la manía de coger tallas grandes: “Mejor me pruebo la 40 que la 38 no me entra ni de coña”, y es entonces cuando una voz de fondo me dice “eso te va grande, coge la 38 y la 36”.

Desde el lunes estoy en fase de mantenimiento y el poder comer alimentos que antes ni los miraba me parecen un regalo divino. Saboreo las cosas con gusto, paciencia y disfrutando de cada mordisco. Realmente mi concepción acerca del mundo culinario ha cambiado 100%. Y no me refiero solo a comer alimentos de índole saludable, sino a la manera de cocinarlos, a no abusar de la sal, a dosificar cantidades, como por ejemplo, el aceite, a educar al cuerpo, a  hacer cinco comidas al día, etc.

Perder peso, era un cambio que me debía a mí misma desde hacía mucho tiempo. No me sentía bien. Vivía en un círculo vicioso con la comida, atrapada entre dietas milagros y productos estrellas, enfadada con el momento lunch time y al mismo tiempo con el mundo. Finalmente un día me dije STOP, fue entonces  cuando  busqué asesoramiento y ayuda médica. Nadie apostó por mí, excepto Trocito. La gente se limitaba a decir: tú eres así, estás loca, no vas a adelgazar, etc. Pero hoy después de tres meses callo boca de muchos y le doy mis gracias a ella por esa lealtad ofrecida.

He ganado en seguridad, confianza, me veo guapa, disfruto de las cosas como antes no hacía, quiero salir, comprar, viajar, y no vivir en un agujero recluida del mundo.

El camino es largo pero sólo hay que empezar: un día más es un día menos para el logro.

Dedicado a ti...y sólo a ti...

4 de octubre de 2011

Bodas

Últimamente la gente se casa. Una de dos,  o el amor del sí quiero se ha convertido en una pandemia mundial, o simplemente es una nueva corriente trendy  que se expande a lo Lady Gaga.

 Quizás sea una coincidencia de mi sino, sin más; pero lo cierto es que  sólo hago que  ver anuncios a lo Love is in the air de conocidos  y subconocidos,  en los que promocionan  su incipiente felicidad a la máxima potencia. 

¡Vamos que la gente no tiene otra cosa que hacer que casarse! O lo que es lo mismo: ¡Yo los declaro aceptado y aceptada social!

Muchos pensarán que soy un bicho extraterrestre por pensar esto y que soy más rara que un pie al revés, pero es lo que hay. Siempre he creído que la facilidad de la gente para catalogar lo “anormal” como familia de extraterrestre mutante, es algo adquirido por la sociedad en la que vivimos.  Ahora bien, ¿Qué es lo diferente? ¿No casarse? ¿Elegir ser single como método de vida autóctono? ¿Decidir no tener repollitos como descendencia de la supervivencia humana? 

Siempre he respectado el allá cada uno con lo que hace, es por ello, que exijo lo mismo que doy… Y el que te juzguen socialmente por no estar casada, por no tener una pareja, o  por no tener hijos es un tema que me escama bastante…

Aunque claro, si nos ponemos a pensar el abanico de prejuicios es tan grande que ni dando la vuelta al mundo 20 veces conseguiría erradicarse: que si sale con una mujer, que si lleva tatuajes, que si trabaja en la noche, que si su pareja es de etnia diferente, que si se dedica a servir copas, que si lleva el pelo corto y de color rosa, que si le gusta el sexo abierto…

El caso es crear un prejuicio para cualquier brote de aburrimiento nocivo.

Ahora bien, esto no quiere decir que yo sea enemiga de las bodas. Claro que no. Las considero un acto emotivo y personal, con significado propio y  talante carismático. De hecho, algún día me casaré, primero porque me apetece.  Y segundo porque socialmente es necesario.  El pensar en el futuro nos da miedo, y siempre esquivamos la jugada ¿pero y si un día ocurre el fatídico hecho? Yo tengo claro, que no quiero dejar a Troci llena de problemas y desdichas…por lo menos en ese sentido ¡NO!
Pero está claro que cuando lo haga, es decir, cuando me case mi boda no será un anuncio televisivo y ¿sabes por qué? Porque yo no necesito sentirme igual que el resto. Yo soy yo y a quien le  guste bien y a quien no también. Amén.

25 de agosto de 2011

Estrellas

 


Eran las 22:20 de la noche y por fin la jornada laboral había llegado a su fin. Tan solo quedaba el sprint final que consistía en coger el metro hasta Plaza España, y una vez allí, el obsoleto autobús, que en tan solo  veinte minutos la deportaría de nuevo a su dulce hogar. ¡Tan sólo! Se volvió a repetir para sus adentros en un intento de auto motivación.

Para ella, la combinación de trabajo y estudios componían una igualdad de resultado agotador. Y más en víspera de navidades. Siempre había clientes rezagados que dejaban las compras para el último momento. Admiraba a aquellas personas que eran capaces de hacer miles de cosas paralelamente y aún así, seguían desbordando esa vitalidad ambiciosa necesaria para construir el mismísimo templo de Debod.

Hacía un par de meses que había empezado a trabajar para una afamada cadena de centros comerciales. Se sentía orgullosa de sí misma teniendo en cuenta que el trabajo lo había conseguido por medios propios, y su puesto no era el de la típica vendedora parlante, con semblante estúpido y cargante, cuyo único interés es la golosa comisión post-venta de final de mes. No, a ella la habían relegado al departamento de atención al cliente, donde realizaba tareas de administración y compasión al usuario, entre otras. Consideraba que muchas de las quejas de la gente quedaban resueltas gracias a una buena dosis de cortesía empática y misericordia exagerada. Al fin y al cabo, bastaba con una buena pizca de condescendencia fingida para salir airosa de las situaciones más bochornosas.

Ese mediodía había estado hablando con su padre sobre el microondas que tenía pensado regalar a  la familia con motivo de las fiestas. A ella le había enamorado un modelo de estilo retro y color negro, con clara evocación a los años 60, pero dado que no tenía grill su padre desestimaba su propuesta. “Mejor uno más práctico y no tan estético”- le dijo por teléfono. “Pásame a mamá” -le contestó ella, “que seguro que ella me entiende más”...” Ayyy la perdición de un padre: tres hijas y una madre” - espetó él jocosamente.

Sonaba All that she wants the Ace of Base en la radio del autobús, justo cuando éste se detuvo en su parada. Por fin llegaba a casa. Al bajarse un viento cortante le azotó la cara. Tan sólo la separaban 150 metros de distancia hasta el portal; pero eran suficientes para que el frío desafiante del invierno la calará en cada uno de los huesos.

Alzó la vista, a la vez que aligeraba el paso. Lucecitas blancas y azules brillaban a lo lejos, como estrellitas parpadeantes suspendidas en la distancia. A medida que se acercaba divisó una ambulancia, y varios coches de policías. ¿Qué había pasado? No le dio tiempo a reaccionar. Un vecino la agarró del brazo y la metió agitadamente en un coche. “Vamos al hospital”- le dijo. “Tranquila todo está bien. Sólo ha sido un susto”.

Su mirada se distorsionaba borrosamente y las lágrimas empezaban a aflorar triunfantes por sus mejillas. La acidez del miedo correteaba bulliciosamente, de arriba a abajo, por su garganta; y el pavor a saber lo que no quería saber la paralizaban.

Abrió la puerta del box. Su mirada se cruzó con la de su madre. Le impactó enormemente aquella imagen. La cara de su madre había dejado de existir para dar paso a una mueca redonda de carne, deformada por la monstruosidad de las lágrimas, y el dolor de lo inhumano. Su hermana se abrazada con fuerza al pecho inerte de su padre mientras decía incesantemente ¿por qué?

Por primera vez en su vida sintió el dolor infinito. Ahogada por la congoja fue hasta él para comprobar lo que sus ojos le mostraban ante sí. No quería creerlo, pero era cierto: él, ángel de ángeles, las acababa de dejar fugaz y pasajeramente de manera eterna.

Sintió morirse en vida. El corazón le latía velozmente y, por unos instantes, experimentó como su pecho se abría en canal para dar paso a la más atroz de las amargura. ¿Era posible sentir tanto sufrimiento?En aquel momento de desesperación,  ni mil océanos juntos serían capaces de abastecer su herida.


Fue entonces cuando alzó su vista y con ojos sollozantes observó como una pequeña luz brillaba en el inmaculado techo de la sala: una nueva estrella había vuelto a nacer...

22 de agosto de 2011

Diet

Seguimos en pie de guerra, y de momento erizada como una bandera de plomo. 36 días son los que ya  llevo a dieta ¡Qué pasada! Creo que tenía muy subestimada mi fuerza de voluntad…Quizás, a muchos les parezca una mandinguia, y hasta les suene irrisorio eso de  36 días, pero os puedo asegurar y reasegurar que cuando día tras día cumples a rajatabla todo lo que te han mandado, sin flaquear en un solo momento, y teniendo en cuenta que los de tu alrededor no hacen dieta ni por las flores de la tierra, es más que un logro. De hecho, me paro a pensar y me digo a mi misma: 36 días sin probar una baguette recién horneada, un plato de pasta a la boloñesa, un rissotto funghi , un croissant calentito, y … paro, paro que me descontrolo . Conclusión: ¡son muchos días! 

Este fin de semana se me ha hecho muy difícil luchar contra las debilidades culinarias más tentadoras. Mi grado de desesperación llegó a tal punto, que el sábado por la noche pequé: me comí un minicake extra a las 11:30 de la noche. 

Cierto es que estoy en pleno proceso de ovulación y eso me dificulta el trabajo. Nunca he acabado de entender por qué a las mujeres cuando nos tiene que venir la menstruación somos capaces de devorar como jabatas. ¿Acaso no tenemos bastante con hincharnos a lo bola de billar, o alterarnos a lo loppy como si viajáramos en el Dragon Khan, temperamentalmente hablando? Pues no, parece ser que no. Cuando se hizo el reparto de vulnerabilidades, está claro que la peor parte fue para nosotras. La naturaleza inversa, como yo digo. 

De hecho tengo una teoría sobre ello ¿Os habéis parado a pensar que aun calvo, normalmente (lo que no quiere decir siempre) le suele salir pelo en todas partes, entendamos por todas partes, pecho, orejas, brazos, espaldas, etc; menos en la cabeza? ¿Y por qué en casi todas las familias acostumbra a haber un hermano raquítico que se permite el lujo de comer a su libre antojo, y otro gordezuelo que se pasa toda su vida a régimen y con restricciones alimentarias? Pues bien, esto es así porque como he dicho anteriormente, existe la naturaleza inversa, que como podéis ver es desproporcionada y jodía como ella sola. 

También he de decir que aparte del weekend, la semana  en sí, fue toca bowlings en su máximo esplendor. Después de dos semanas exactas en los que mi cuerpo se negaba a adelgazar, y yo ya me sentía al borde de un ataque de nervios (nunca mejor dicho), se hizo la luz. Que si medio kilo arriba, medio kilo abajo, que si hoy adelgazo 100  gramos, pero mañana engordo 300 más, y así durante 15 dichosos días. 

La frustración que sientes es mortal. Tu cerebro es incapaz de digerir que narices está pasando.  Y por muchas palabras de apoyo que escuches, por mucho que leas al respecto, y por mucho que trates de calmarte, solo quieres ver como la archiasquerosa de la báscula empieza a recular bajando números y premiándote por tu gran esfuerzo y voluntad.  

Porque si tú haces la dieta a la perfección, milimétricamente y a raja tabla…¿a qué se deben esos vaciles corporales? Además, ni estaba ovulando, ni tenía problemas de ir al baño, ni me pasaba en la comida, ni dejaba de beber agua, es decir, nada de nada. 

Bueno pues desquiciada por la rebeldía de mi metabolismo corporal, me acerqué a mi tienda dieta flash, donde me  mandaron un drenante y  un quemagrasas. Me explicaron que el cuerpo es listo por naturaleza.  Y si después de casi un mes comiendo sobres mágicos por fin le empiezas a dar carne de pollo, él no va a ser tan tonto de eliminarla y todos tan contentos. Es más, todo lo contrario, él se la deja de reserva bien guardadita y a retaguardia por si decidimos jorobarle de nuevo con más sobres proteínicos. Justo lo que me estaba pasando. Al estar en fase 2A (lo que quiere decir que a medio día ya puedo sustituir el sobre  de comida por proteína animal) mi cuerpo, sabio donde los haya, había decidido hacerme la rebelión por este duro mes de penitencia. Pero gracias, al drenante y el quemagrasas parece ser que todo vuelve a despegar de nuevo, y esta mañana al pesarme ya veía el 5. En menos de una semana he bajado de los 57.500kg a los 55.900kg.


He de comentar que el drenante sabe a rayos. Una mezcla entre amargura y acidez, y el quemagrasas es más caro que unos monísimos coloretes en crema de Yves Saint Laurent. Pero por el momento funcionan, por lo que vale la pena comprarlos.
 
Es súper importante beber mucha agua. El agua ayuda a metabolizar las grasas, por lo que le facilita, tanto al hígado como al riñón, la eliminación de las mismas. Es por ello, que  desde hace una semana trato de beber entre 2 y 4 litros diarios. Me he comprado una botella de un litro, y de esta manera  me resulta  más fácil   medir la cantidad ingiero.

Mañana voy a la doctora (que estoy segura que me subirá de fase, y algo de pena me da porque también supone adelgazar  más lento), y la próxima semana me marcho unos días de vacaciones a Londres. Estoy algo preocupada, porque al estar a dieta no voy a poder comer en cualquier sitio.  El hecho de estar en un país extranjero donde las costumbres culinarias son diferentes, dificulta un pelín las cosas. Si ya me es difícil salir a comer por Barcelona estando a dieta, pues imagínate allí. Y es que  parece ser que pedir una ensalada verde, en la era del colesterol en vena, te convierten, automáticamente, en un bicho raro…

17 de agosto de 2011

A todos fuck you por igual


Hay gente cuyo deporte nacional, por inercia, es  joder al prójimo. Si es que ya lo decía mi abuelo “La gente, hija, está por dar por culo”. Y algo de razón tenía el hombre. Simplemente, disfrutan con ello. Claro, teniendo en cuenta que  es la única vía de escape que poseen, capaz de saciar la sed de una vida nefasta y monótona caracterizada por la soledad de sus propias entrañas, todo queda más explicado.  Es del rollo, “como a mí me van mal las cosas, te jodo a ti, a ver si así te van aún peor”. Nos abomina la felicidad del otro, y más aún, si consideramos que “el otro” en cuestión, es un tipo que lo tiene muy fácil en la vida,  no se  merece lo que tiene, o tan sólo, creemos que es un gilipollas por obra y espíritu santo de nuestra propia decisión.

Me caracterizo por ser una persona ajena a  los problemas y enemiga de las broncas, aunque si me buscas me encuentras. Como buena territorial que soy defiendo lo mío sin piedad ni misericordia. Soy independiente y valoro mi autonomía como oro supremo: más vale estar sóla que mal acompañada. Es por ello que  me gusta ir a mi rollo y abogo por la tolerancia empática como método  básico de convivencia.  Sin más, confraternizo con el lema: vive y deja vivir. Aun así, y a pesar de todo esto, soy especialista en cruzarme con sanguijuelas emocionales que a costa de tu vital existencia se ponen gordas y lechonas mientras chupan y chupan, sin parar,  hasta dejarte sin una gota de ánimo ni de aliento. Y es un tema que me cansa.

Quizás soy una héroe naranja, elegida al azar, cuya  misión en esta vida es la de enfrentarme a todos estos hijos de mal habidos y por haber,  y darles un buen escarmiento. No me gusta que me consideren imbécil, y la hipocresía la odio por encima de todas las cosas. De ahí que siempre intento ser fiel a mis principios, y si tengo que hacer algo por muy raro que parezca, o por mucho que vaya en contra mío lo hago.  Me importa lo que digan los demás, pero determinados otros. No vivo para la gente. Yo vivo para lo mío y los míos.

Ahora bien, no soy ningún yeti, ni ningún monstruo de las cavernas. Todo lo contrario. Soy una chica normal. Con su vida, su trabajo, su familia, su pareja y sus historias. No tengo problemas en simpatizar y congeniar con el mundo. Y por norma general, caigo bien. Aparentemente todo es recíproco. Cuando conozco a alguien,  la otra parte  coincide en mi presunción inicial. 

El problema viene, cuando sin saber cómo, por qué, y cuándo, empiezas a percibir unas ondas magnéticas de carácter negativo y mofo que atentan gravemente contra tu persona, por parte de la parte contraria. Y tú te dices ¿qué invento es este? (Frase mítica de la famosísima Sara Montiel. Diva por naturaleza)  No me puedo creer que Ataulfa  haya hecho lo que ha hecho. Pero como buena samaritana que eres, tratas de conceder el beneficio de la duda, de manera que haces oídos sordos y sigues con la mayor dignidad posible p’adelante. Te niegas a creer lo que has visto… pero después de tres días de ceguera auto convencional: ¡ZAS!, y no en toda la boca, sino en toda la cara.  Una nueva  estaca de punta de metal posa clavada en tu bonita sien. ¿Quién la ha lanzado? Adivina, adivinanza…que seguro que aciertas.  El caos mental que tienes es impresionante y la tristeza que te asola devastadora. 

A lo largo de mi rica vida he saboreado la misma situación una, dos, tres y hasta millones de veces.  El acto de joder por joder está presente en nuestras vidas más de lo que pensamos o creemos.

Incluso, cuando la gente va de cobarde y  decide machacarte tras disfraces de papel de fumar, me repatea. Es decir, esa manada de animales de bellota que se dedica a hacer nicks falsos a lo justiciero, perfiles de twitter ocultos, y trollear a lo “toca pies”,   como cuando teníamos  15 años en… ¿qué mundo viven? ¿Hello Kitty les ha abducido el cerebro, o qué? Es que llegan a ser tan patéticos que piensan ¿que no sabemos quiénes son? Sin duda alguna, todo un insulto a mi inteligencia humana. 

Y qué decir de esos otros, que te putean hasta la médula y luego se permiten el lujo de llamar o escribir a tu pareja, a tu hermana, o incluso a tu perro como si fueran amig@s de sangre para proponerles planes absurdos y pasados de onda ¡Qué gente más trápala! 

Hoy lo tengo más claro que nunca,  a todos aquellos que pretendéis hacer daño por el mero hecho de hacerlo os digo una cosa: a todos FUCK YOU por igual.

12 de agosto de 2011

Daisy


Se llama Daisy, y rumba conmigo desde hace cuatro años. Es singular y desde que la vi en aquel escaparate cuadrado,  marcado por huellas de mano, lo supe. La descubrí por casualidad, como se hallan y llegan las cosas, de manera natural y espontánea. Si buscas no encontrarás, y si no buscas serás encontrado.

Habían abierto una pequeña tienda de animales en mi anterior barrio, cerca de Llucmajor. Y como curiosa empedernida que soy no pude evitar la tentación dejarme caer por allí. Y… Oh Voilà: ¡ahí estaba ella! Quieta como una estatua de naturaleza divinizada mientras miraba solemne todo aquello que acontecía fuera de su jaula de cristal. No me lo pensé dos veces y sin sopesar los pros y los contras, ni titubear un instante dije: me la llevo. Pero para mi desgracia no fue así. El chico de la tienda la tenía reservada a una familia con hijos que justamente la pasaban a buscar esa misma tarde.

Sin saber por qué establecí un vínculo de unión con aquella bola peluda de color gris jaspeado. Y seguramente por ello, me pasé todo el puñetero día pensando en ella, al mismo tiempo que me sentía cabizbaja por saber que ya nunca la podría tener. Era como si mis ilusiones se acabaran de despedazar en fragmentos. Reconozco que soy una impaciente en potencia, es por ello, que cuando las cosas no me salen tal y como yo quiero…mi cerebro se pone en estado de óbito.

Llamé a mi hermana San, y tras contarle lo que me había pasado ella misma me animó a que volviera a ir a la tienda. Yo me excusaba diciendo que me daba vergüenza, y que seguramente ya la habrían vendido…pero gracias a su persuasión accedí. Así que nada más despertar al día siguiente,  me faltó tiempo para que  mis patitas saltimbanquis corrieran hacía mi destino. Y…¡Ohhh noooo! Ella seguía allí. 

Me comentó el dependiente que finalmente la familia no había pasado a buscarla, por lo que entendía que habían desistido en su empeño. Rápidamente, le hice sacarla de allí. La alcé, la miré y la apretujé torpemente,  y desde entonces, sólo cabe decir que ella siempre ha estado conmigo. Desde que la vi, supe que estaríamos juntas. Y espero que así sea por mucho tiempo.

Daisy es tan inusual como especial. Actualmente son 5 los hijos peludos que tengo, junto con mi pareja. Incluso Bubble, el más pequeño de la familia, un Scottish Fold puro, de cabeza redonda y  orejas plegadas, es una  monada donde las haya, pero a pesar de ello no consigue robarle a Daisy el trono de mi corazón. Reconozco que es mi debilidad animal, porque la de humana, se la lleva Susie Pop.

Físicamente me parece preciosa. Sus ojos redondeados de color miel intenso, sus orejas simétricas, su carita armoniosa, su pelaje desenfadado, su cola de aspecto plumier, son piezas de puzzle que encajan todas ellas a la perfección.

Como no podía ser  menos su carácter señero también es de honorífica mención. Y aunque ella no lo sepa, yo sólo sé que  le agradezco su compañía en los duros momentos de soledad a los que me he enfrentado, las sonrisas que me ha robado sin ánimos de poder regalarlas, la lealtad demostrada por dormir a mis pies noche tras noche, la  graciosidad de su arte por esa forma hacer patitas encima de mi barriga,  el ímpetu de su carácter primitivo y cazador, su contorneo de diva afamada, su maullido corto y delicado, y sus miles de atributos más, que sin duda alguna, la convierten en “the one”.