21 de octubre de 2011

Reto conseguido!


Reto conseguido. Sí, sí parece mentira, pero está claro que así es pues la báscula: no engaña.

Después de tres meses de alegrías y frustraciones simultáneas, voluntad, esfuerzo, tesón, y disciplina… el logro ha hecho su, triunfal y ansiada, aparición.  Ya son 50kg los kilillos que actualmente peso, y 12 kg los que he dejado por el camino.

Todavía no soy consciente del trayecto que he hecho en estos tres meses, como tampoco tengo una percepción certera de como soy ahora.  Me miro en el espejo y no me acabo de reconocer. Me digo a mi misma: ¿Esa soy yo? Incluso al ir a comprar ropa sigo teniendo la manía de coger tallas grandes: “Mejor me pruebo la 40 que la 38 no me entra ni de coña”, y es entonces cuando una voz de fondo me dice “eso te va grande, coge la 38 y la 36”.

Desde el lunes estoy en fase de mantenimiento y el poder comer alimentos que antes ni los miraba me parecen un regalo divino. Saboreo las cosas con gusto, paciencia y disfrutando de cada mordisco. Realmente mi concepción acerca del mundo culinario ha cambiado 100%. Y no me refiero solo a comer alimentos de índole saludable, sino a la manera de cocinarlos, a no abusar de la sal, a dosificar cantidades, como por ejemplo, el aceite, a educar al cuerpo, a  hacer cinco comidas al día, etc.

Perder peso, era un cambio que me debía a mí misma desde hacía mucho tiempo. No me sentía bien. Vivía en un círculo vicioso con la comida, atrapada entre dietas milagros y productos estrellas, enfadada con el momento lunch time y al mismo tiempo con el mundo. Finalmente un día me dije STOP, fue entonces  cuando  busqué asesoramiento y ayuda médica. Nadie apostó por mí, excepto Trocito. La gente se limitaba a decir: tú eres así, estás loca, no vas a adelgazar, etc. Pero hoy después de tres meses callo boca de muchos y le doy mis gracias a ella por esa lealtad ofrecida.

He ganado en seguridad, confianza, me veo guapa, disfruto de las cosas como antes no hacía, quiero salir, comprar, viajar, y no vivir en un agujero recluida del mundo.

El camino es largo pero sólo hay que empezar: un día más es un día menos para el logro.

Dedicado a ti...y sólo a ti...

4 de octubre de 2011

Bodas

Últimamente la gente se casa. Una de dos,  o el amor del sí quiero se ha convertido en una pandemia mundial, o simplemente es una nueva corriente trendy  que se expande a lo Lady Gaga.

 Quizás sea una coincidencia de mi sino, sin más; pero lo cierto es que  sólo hago que  ver anuncios a lo Love is in the air de conocidos  y subconocidos,  en los que promocionan  su incipiente felicidad a la máxima potencia. 

¡Vamos que la gente no tiene otra cosa que hacer que casarse! O lo que es lo mismo: ¡Yo los declaro aceptado y aceptada social!

Muchos pensarán que soy un bicho extraterrestre por pensar esto y que soy más rara que un pie al revés, pero es lo que hay. Siempre he creído que la facilidad de la gente para catalogar lo “anormal” como familia de extraterrestre mutante, es algo adquirido por la sociedad en la que vivimos.  Ahora bien, ¿Qué es lo diferente? ¿No casarse? ¿Elegir ser single como método de vida autóctono? ¿Decidir no tener repollitos como descendencia de la supervivencia humana? 

Siempre he respectado el allá cada uno con lo que hace, es por ello, que exijo lo mismo que doy… Y el que te juzguen socialmente por no estar casada, por no tener una pareja, o  por no tener hijos es un tema que me escama bastante…

Aunque claro, si nos ponemos a pensar el abanico de prejuicios es tan grande que ni dando la vuelta al mundo 20 veces conseguiría erradicarse: que si sale con una mujer, que si lleva tatuajes, que si trabaja en la noche, que si su pareja es de etnia diferente, que si se dedica a servir copas, que si lleva el pelo corto y de color rosa, que si le gusta el sexo abierto…

El caso es crear un prejuicio para cualquier brote de aburrimiento nocivo.

Ahora bien, esto no quiere decir que yo sea enemiga de las bodas. Claro que no. Las considero un acto emotivo y personal, con significado propio y  talante carismático. De hecho, algún día me casaré, primero porque me apetece.  Y segundo porque socialmente es necesario.  El pensar en el futuro nos da miedo, y siempre esquivamos la jugada ¿pero y si un día ocurre el fatídico hecho? Yo tengo claro, que no quiero dejar a Troci llena de problemas y desdichas…por lo menos en ese sentido ¡NO!
Pero está claro que cuando lo haga, es decir, cuando me case mi boda no será un anuncio televisivo y ¿sabes por qué? Porque yo no necesito sentirme igual que el resto. Yo soy yo y a quien le  guste bien y a quien no también. Amén.