5 de agosto de 2011

19 días y 20 noches


19 días y 20 noches son las que ya llevo a dieta. Es increíble la facilidad del cuerpo  para acostumbrarse a los cambios. 

Dicen que el ser humano es un animal de costumbres, de ahí, a que a la mayoría  de nosotros nos de miedo cambiar y probar nuevos horizontes. Nos tranquiliza lo conocido, y nos asusta lo desconocido. Pero en mi caso, he de reconocer, que mi mente y mi cuerpo siempre se han adaptado a las nuevas situaciones, por muy extremas que hayan sido. Claro, que todo tiene un proceso y no es inmediato. 

El caso es, que de momento llevo bastante bien la dieta. Cierto, que he tenido momentos de debilidad en los que me han apetecido comer otras cosas. Leñe, ¡humana soy! Y después de casi un mes comiendo los mismos compuestos alimenticios, a diario…pues una también se cansa. Pero han sido pensamientos banales pasajeros. Ni por un solo momento he tenido los temidos atracones de ansiedad que siempre he padecido, y durante años. Yo era de esas que comienzan una dieta. La primera semana genial, pero de repente, un día, no muy lejano,  comía una patata frita o una palomita. Justo ese momento, marcaba el comienzo de mi catástrofe personal. Mis neuronas se ponían en pie de guardia, haciéndome sentir culpable por ello, hasta que finalmente acababa devorando la bolsa de patatas o el bol de palomitas entero, como un animal desmelenado y hambriento, y diciéndome a mí misma: ¡a la merde con todo, y a la dieta más!

Esta mañana me pesé y oh la la…por fin la báscula me dio una agradable sorpresa: 57.700 kg. ¡Ya veo el 7! Me emocioné tanto que subí las escaleras de la cama, con mis chanclas naranjas de goma puestas (tengo la fijación de no quitármelas nunca) y le hice a Trocito el bicho bola. Haciendo recuento, después de 19 días, y de pasar por una ovulación intensa que me hizo estar estancada en el mismo peso una semana entera (mis hormonas son de le peor), he perdido 4.5kg. Jajajaja, río de felicidad. 

Hoy mismo he estrenado una camiseta Popera, de color rosita a topos negros, que me regaló Trocito en Granada. Y para mi sorpresa, me iba grande. Cuando me la compré me quedaba más arrapada que otra cosa, y hoy, después de casi tres semanas de dieta me hacía bolsas por todas partes. ¡Qué pasada! Para compensar el efecto saco me he puesto mi broche en fieltro de Naranjita, cortesía de Trocito. Con lo monísimo que es todas las miradas irán a parar a él y no a mi camiseta.

Conclusión: la dieta funciona. La sensación de hambre desparece. Tu cuerpo se regula, haciéndote sentir mejor y más segura de ti misma. Ahora bien, has de tener constancia y fuerza de voluntad, nadie dijo que el camino hacia las rosas estuviera ausente de espinas. Y es una dieta cara, muy cara, donde la comida la pagas a precio de mina…”Los polvos del oro”

2 comentarios:

  1. El mejor post hasta ahora! Me ha encantado leerte, lo que pasa que me quedo con ganas de mas!!

    Tú puedes con la dieta, valiente!

    Muaks

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  2. Muchas gracias Trocito.

    ¿En serio es el post que más te ha gustado hasta ahora?

    Jolín me ha hecho mucha ilusión leer eso.

    Siempre me das fuerzas.

    Un millón de besos

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