25 de agosto de 2011

Estrellas

 


Eran las 22:20 de la noche y por fin la jornada laboral había llegado a su fin. Tan solo quedaba el sprint final que consistía en coger el metro hasta Plaza España, y una vez allí, el obsoleto autobús, que en tan solo  veinte minutos la deportaría de nuevo a su dulce hogar. ¡Tan sólo! Se volvió a repetir para sus adentros en un intento de auto motivación.

Para ella, la combinación de trabajo y estudios componían una igualdad de resultado agotador. Y más en víspera de navidades. Siempre había clientes rezagados que dejaban las compras para el último momento. Admiraba a aquellas personas que eran capaces de hacer miles de cosas paralelamente y aún así, seguían desbordando esa vitalidad ambiciosa necesaria para construir el mismísimo templo de Debod.

Hacía un par de meses que había empezado a trabajar para una afamada cadena de centros comerciales. Se sentía orgullosa de sí misma teniendo en cuenta que el trabajo lo había conseguido por medios propios, y su puesto no era el de la típica vendedora parlante, con semblante estúpido y cargante, cuyo único interés es la golosa comisión post-venta de final de mes. No, a ella la habían relegado al departamento de atención al cliente, donde realizaba tareas de administración y compasión al usuario, entre otras. Consideraba que muchas de las quejas de la gente quedaban resueltas gracias a una buena dosis de cortesía empática y misericordia exagerada. Al fin y al cabo, bastaba con una buena pizca de condescendencia fingida para salir airosa de las situaciones más bochornosas.

Ese mediodía había estado hablando con su padre sobre el microondas que tenía pensado regalar a  la familia con motivo de las fiestas. A ella le había enamorado un modelo de estilo retro y color negro, con clara evocación a los años 60, pero dado que no tenía grill su padre desestimaba su propuesta. “Mejor uno más práctico y no tan estético”- le dijo por teléfono. “Pásame a mamá” -le contestó ella, “que seguro que ella me entiende más”...” Ayyy la perdición de un padre: tres hijas y una madre” - espetó él jocosamente.

Sonaba All that she wants the Ace of Base en la radio del autobús, justo cuando éste se detuvo en su parada. Por fin llegaba a casa. Al bajarse un viento cortante le azotó la cara. Tan sólo la separaban 150 metros de distancia hasta el portal; pero eran suficientes para que el frío desafiante del invierno la calará en cada uno de los huesos.

Alzó la vista, a la vez que aligeraba el paso. Lucecitas blancas y azules brillaban a lo lejos, como estrellitas parpadeantes suspendidas en la distancia. A medida que se acercaba divisó una ambulancia, y varios coches de policías. ¿Qué había pasado? No le dio tiempo a reaccionar. Un vecino la agarró del brazo y la metió agitadamente en un coche. “Vamos al hospital”- le dijo. “Tranquila todo está bien. Sólo ha sido un susto”.

Su mirada se distorsionaba borrosamente y las lágrimas empezaban a aflorar triunfantes por sus mejillas. La acidez del miedo correteaba bulliciosamente, de arriba a abajo, por su garganta; y el pavor a saber lo que no quería saber la paralizaban.

Abrió la puerta del box. Su mirada se cruzó con la de su madre. Le impactó enormemente aquella imagen. La cara de su madre había dejado de existir para dar paso a una mueca redonda de carne, deformada por la monstruosidad de las lágrimas, y el dolor de lo inhumano. Su hermana se abrazada con fuerza al pecho inerte de su padre mientras decía incesantemente ¿por qué?

Por primera vez en su vida sintió el dolor infinito. Ahogada por la congoja fue hasta él para comprobar lo que sus ojos le mostraban ante sí. No quería creerlo, pero era cierto: él, ángel de ángeles, las acababa de dejar fugaz y pasajeramente de manera eterna.

Sintió morirse en vida. El corazón le latía velozmente y, por unos instantes, experimentó como su pecho se abría en canal para dar paso a la más atroz de las amargura. ¿Era posible sentir tanto sufrimiento?En aquel momento de desesperación,  ni mil océanos juntos serían capaces de abastecer su herida.


Fue entonces cuando alzó su vista y con ojos sollozantes observó como una pequeña luz brillaba en el inmaculado techo de la sala: una nueva estrella había vuelto a nacer...

2 comentarios:

  1. Magnifico relato. Me sorprende tu escritura, no sabía que disponías de esta soltura, de este arte para escribir, para hacer llegar sensaciones. No sabía que serías capaz de poner mi alma en vilo, de involucrarme con un texto, con una historia, no sabía , desconocía esta manera tuya de escribir, tan magnifica, tan extraordinaria. Te felicito, y me siento orgullosa de tener a mi lado a una persona como tú, tan inteligente y que escribe de esta manera.

    Gracias por compartirlo.

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  2. Muchas gracias por tu apoyo incondicional!!

    El saber que me sigues de esa manera tan aférrima me anima muchísimo a seguir compartiendo pensamientos, vivencias y letras.

    Yo no lo veo nada del otro mundo, supongo que solemos autoinfravalorarnos. Es por ello que cuando recibes comentarios como el tuyo se agradecen enormemente.

    Las gracias no se merecen.

    Mil besos!

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