22 de agosto de 2011

Diet

Seguimos en pie de guerra, y de momento erizada como una bandera de plomo. 36 días son los que ya  llevo a dieta ¡Qué pasada! Creo que tenía muy subestimada mi fuerza de voluntad…Quizás, a muchos les parezca una mandinguia, y hasta les suene irrisorio eso de  36 días, pero os puedo asegurar y reasegurar que cuando día tras día cumples a rajatabla todo lo que te han mandado, sin flaquear en un solo momento, y teniendo en cuenta que los de tu alrededor no hacen dieta ni por las flores de la tierra, es más que un logro. De hecho, me paro a pensar y me digo a mi misma: 36 días sin probar una baguette recién horneada, un plato de pasta a la boloñesa, un rissotto funghi , un croissant calentito, y … paro, paro que me descontrolo . Conclusión: ¡son muchos días! 

Este fin de semana se me ha hecho muy difícil luchar contra las debilidades culinarias más tentadoras. Mi grado de desesperación llegó a tal punto, que el sábado por la noche pequé: me comí un minicake extra a las 11:30 de la noche. 

Cierto es que estoy en pleno proceso de ovulación y eso me dificulta el trabajo. Nunca he acabado de entender por qué a las mujeres cuando nos tiene que venir la menstruación somos capaces de devorar como jabatas. ¿Acaso no tenemos bastante con hincharnos a lo bola de billar, o alterarnos a lo loppy como si viajáramos en el Dragon Khan, temperamentalmente hablando? Pues no, parece ser que no. Cuando se hizo el reparto de vulnerabilidades, está claro que la peor parte fue para nosotras. La naturaleza inversa, como yo digo. 

De hecho tengo una teoría sobre ello ¿Os habéis parado a pensar que aun calvo, normalmente (lo que no quiere decir siempre) le suele salir pelo en todas partes, entendamos por todas partes, pecho, orejas, brazos, espaldas, etc; menos en la cabeza? ¿Y por qué en casi todas las familias acostumbra a haber un hermano raquítico que se permite el lujo de comer a su libre antojo, y otro gordezuelo que se pasa toda su vida a régimen y con restricciones alimentarias? Pues bien, esto es así porque como he dicho anteriormente, existe la naturaleza inversa, que como podéis ver es desproporcionada y jodía como ella sola. 

También he de decir que aparte del weekend, la semana  en sí, fue toca bowlings en su máximo esplendor. Después de dos semanas exactas en los que mi cuerpo se negaba a adelgazar, y yo ya me sentía al borde de un ataque de nervios (nunca mejor dicho), se hizo la luz. Que si medio kilo arriba, medio kilo abajo, que si hoy adelgazo 100  gramos, pero mañana engordo 300 más, y así durante 15 dichosos días. 

La frustración que sientes es mortal. Tu cerebro es incapaz de digerir que narices está pasando.  Y por muchas palabras de apoyo que escuches, por mucho que leas al respecto, y por mucho que trates de calmarte, solo quieres ver como la archiasquerosa de la báscula empieza a recular bajando números y premiándote por tu gran esfuerzo y voluntad.  

Porque si tú haces la dieta a la perfección, milimétricamente y a raja tabla…¿a qué se deben esos vaciles corporales? Además, ni estaba ovulando, ni tenía problemas de ir al baño, ni me pasaba en la comida, ni dejaba de beber agua, es decir, nada de nada. 

Bueno pues desquiciada por la rebeldía de mi metabolismo corporal, me acerqué a mi tienda dieta flash, donde me  mandaron un drenante y  un quemagrasas. Me explicaron que el cuerpo es listo por naturaleza.  Y si después de casi un mes comiendo sobres mágicos por fin le empiezas a dar carne de pollo, él no va a ser tan tonto de eliminarla y todos tan contentos. Es más, todo lo contrario, él se la deja de reserva bien guardadita y a retaguardia por si decidimos jorobarle de nuevo con más sobres proteínicos. Justo lo que me estaba pasando. Al estar en fase 2A (lo que quiere decir que a medio día ya puedo sustituir el sobre  de comida por proteína animal) mi cuerpo, sabio donde los haya, había decidido hacerme la rebelión por este duro mes de penitencia. Pero gracias, al drenante y el quemagrasas parece ser que todo vuelve a despegar de nuevo, y esta mañana al pesarme ya veía el 5. En menos de una semana he bajado de los 57.500kg a los 55.900kg.


He de comentar que el drenante sabe a rayos. Una mezcla entre amargura y acidez, y el quemagrasas es más caro que unos monísimos coloretes en crema de Yves Saint Laurent. Pero por el momento funcionan, por lo que vale la pena comprarlos.
 
Es súper importante beber mucha agua. El agua ayuda a metabolizar las grasas, por lo que le facilita, tanto al hígado como al riñón, la eliminación de las mismas. Es por ello, que  desde hace una semana trato de beber entre 2 y 4 litros diarios. Me he comprado una botella de un litro, y de esta manera  me resulta  más fácil   medir la cantidad ingiero.

Mañana voy a la doctora (que estoy segura que me subirá de fase, y algo de pena me da porque también supone adelgazar  más lento), y la próxima semana me marcho unos días de vacaciones a Londres. Estoy algo preocupada, porque al estar a dieta no voy a poder comer en cualquier sitio.  El hecho de estar en un país extranjero donde las costumbres culinarias son diferentes, dificulta un pelín las cosas. Si ya me es difícil salir a comer por Barcelona estando a dieta, pues imagínate allí. Y es que  parece ser que pedir una ensalada verde, en la era del colesterol en vena, te convierten, automáticamente, en un bicho raro…

1 comentario:

  1. Estás haciendo la dieta muy, pero que muy bien. Jamás he conocido a nadie con tanto afán por las cosas, y con tanta fuerza de voluntad como tú.
    Hay días que la tentación ha sido tremenda, contando con que yo soy un puto desastre y como palomitas, chocolates y demás comidas delante de ti y tú, has soportado eso estoicamente y valientemente. Por lo tanto tu fuerza no conoce límites.

    Creo que tienes capacidad para hacer cualquier cosa que te propongas. En esto me recuerdas mucho a mí. Que siempre trato de lograr mis metas, es por eso que creo que tú y yo nos llevamos tan bien y nos complementamos. Porque desbordamos fuerza.

    Lograrás la dieta, llegarás a esa meta que te has propuesto y serás muy feliz.

    Sé que serás muy feliz.

    Un millón de besos.

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